"todo el que cumpla la voluntad de mi Padre celestial es mi hermano" Evangelio de hoy 24/07/2012

Martes XVI del tiempo ordinario


Mt 12,46-50: "En aquel tiempo, mientras Jesús estaba hablando a la muchedumbre, su madre y sus hermanos se presentaron fuera y trataban de hablar con Él. Alguien le dijo: '¡Oye! ahí fuera están tu madre y tus hermanos que desean hablarte'. Pero Él respondió al que se lo decía: «¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?'. Y, extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: 'Éstos son mi madre y mis hermanos. Pues todo el que cumpla la voluntad de mi Padre celestial, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre'.
¡Palabra del Señor!

Reflexión para la vida
Por: Gilberto Ballinas

Cristo en su condición de Hijo de Dios vino a cumplir la voluntad del Padre, nació, padeció, murió y resucitó. Por las Sagradas Escrituras sabemos que así sucedió el misterio pascual de Jesús, el testimonio de los santos Padres lo afirma y el magisterio de la Iglesia nos lo comparte con lujo de detalle. 

En el texto de hoy continuamos contemplando el testimonio de san Mateo (Mt 12,46-50). Ahora, nos presenta a Jesús en plena actividad evangelizadora, anunciando la Buena Noticia a la muchedumbre, luego de haber sanado a infinidad de enfermos, endemoniados y de haber respondiendo con maestría y acierto a las constantes interrogantes de fariceos y escribas. Esta vez, mientras exponía a todos los presentes las estrategias usadas por el demonio para atacar a las personas, fue interrumpido por alguien que, dirigiendose a Jesús, dijo ¡Oye! ahí fuera están tu madre y tus hermanos que desean hablarte. La Escritura aclara bien que la madre y los hermanos de Él habían llegado al lugar para hablarle. La respuesta de Jesús fue inmediata, respondió con otra pregunta dirigida, en primera instancia, a quien le había avisado del hecho: ¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos? Esta pregunta tan compleja, sólo podía ser respondida por el mismo Jesús, y así lo hace: 'Éstos son mi madre y mis hermanos. Dijo señalando a sus discípulos, y añadió Pues todo el que cumpla la voluntad de mi Padre celestial, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre'. 

Este pasaje de la Escritura es empleado erroneamente por muchos para descalificar la persona de la Virgen María, su condición de Virgen, de pureza, etc., argumentando que, según estos versos bíblicos, se aclara que Jesús tenía más hermanos de sangre, relacionándo a estos directamente con María como madre de Jesús y de los mismos. Al respecto, diré que no hay que conformarce únicamente con el sentido literal del texto. Es necesario contextualizarlo y considerar, incluso el significado del término "hermano". El término hebreo "adelfos-hermano" en un primer momento significa "hermano de sangre", pero también significa relaciones de parentezco más amplias. (Ver Gn 13 8; 29 15; Lv 10 4). Además, también significa "primo hermano" (1 Cro 23 22). Como podemos constatar en la misma Sagrada Escritura el término "hermano" se emplea de muchas maneras. Por tal motivo es un grave error omitir estos sentidos que se le dan al término y quedarse con uno solo.

No es mi intención dar una explicación detallada al respecto, ya que, a mi juicio, lo que esta vez está de fondo es el tema de "la voluntad de Dios". Así pues, retomando el texto, contemplamos como Jesús respode a su misma pregunta, señalando que eran sus discípulos - es decir, todos aquellos que seguían a Cristo para escuchar sus prédicas, para aprender de Él y luego ir en su nombre a continuar el anuncio de la Buena Nueva a otros lugares- los que merecían ser catalogados como hermanos de Él. Esto puede parecer escandalozo para algunos, se podrían preguntar ¿Cómo Jesús pudo despreciar a sus familiares y en especial a su Madre María? No sucede así, no es un desprecio, sino sólo una manera clara y radical de explicar que, si queremos ser parte de la familia de Dios, por decirlo de algún modo, debemos hacer esfuerzos enormes en realizar su voluntad. En ese momento, Cristo estaba, como he dicho antes, en plena actividad pastoral, había dejado ya su casa y a su Madre para dedicarse de lleno a hacer la voluntad de su Padre. Esto hacía que su atención e interés se centrara en llevar acabo el designio salvífico del Padre, dejando de lado otros intereses como el familiar. Esto nos deja en claro que, si desidimos seguir el camino de Jesús es necesario dejar de lado nuestras aspiraciones por algo mucho mejor; es unir nuestra voluntad a la de Dios, o más aún hacer nuestra la voluntad de Dios. Únicamente de ese modo podemos ser llamados hijos de Dios, por los méritos de Cristo.

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